17 de marzo de 2016
María
Madre querida, Madre de mi alma...María!
Yo sin Ti nada sería...
16 de marzo de 2016
Pregaria a la Virgen en Cuaresma
Dame tu mano, María, la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía tarde negra y
amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata
esa lividez de plata, esa lágrima que brilla.
¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que
Gabriel, desde el marco del dintel, te saludó: "Ave,
María"? Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que
cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti este augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario cítame en Getsemaní.
A ti doncella graciosa, hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores, nido en que el alma
reposa, a ti te ofrezco, pulcra rosa, las jornadas de
esta vía.
A ti, Madre, a quién quería cumplir mi humilde
promesa.
A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María.
Amén.
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15 de marzo de 2016
Dolor...redención y santificación
Creo que otorgó Dios el dolor al hombre con designios de amor y de misericordia.
Creo que Cristo Nuestro Señor ha transformado, santificado y casi divinizado el dolor.
Creo que el dolor es para el alma el gran cooperador de la redención y la santificación.
Creo que el dolor es fecundo tanto, y aún más, a veces, que nuestras palabras y obras; y más poderosas han sido para nosotros y más eficaces a los ojos de su Padre, las horas de la Pasión de Cristo que los años de su predicación y de su apostolado en la tierra.
Creo que entre las almas, las de este mundo, las que expían (en el purgatorio) y las que ya han alcanzado la verdadera vida, circula inmensa y no interrumpida corriente, hecha de sufrimientos, de los merecimientos del amor de esas almas; creo que nuestros más íntimos dolores, nuestros más fáciles esfuerzos pueden, por la intervención divina, alcanzar hasta las almas más queridas, próximas o lejanas e influir en ellas llevándoles luz, paz y santidad.
Creo que en la eternidad hallaremos a aquellos que han soportado y abrazado la Cruz y que sus sufrimientos y los nuestros irán a perderse en el infinito amor divino y en las alegrías de la definitiva reunión.
Creo que Dios es amor y que, en sus manos, el dolor no es más que un medio de que se vale su amor para transformarnos y salvarnos.
Creo en la comunión de los Santos, la resurrección de la carne y la vida perdurable.
Amén!
Día tras día...
Día tras día, mi Señor,
te voy a pedir tres cosas:
verte más claramente,
amarte más tiernamente
y seguirte más fielmente.
Día tras día, día tras día, Señor...
Amén
te voy a pedir tres cosas:
verte más claramente,
amarte más tiernamente
y seguirte más fielmente.
Día tras día, día tras día, Señor...
Amén
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Prende tu luz
Que los acontecimientos a gran escala no te hagan perder la atención al hecho de que en los pequeños detalles es donde se libra la batalla del odio contra el amor en nuestra vida diaria...
Y de que lo que sucede en nuestros corazones es lo que se refleja
en el mundo exterior...
Poco puedes hacer para que se detengan las bombas en las guerras
pero mucho para que mejore la armonía en tu hogar...
El amor alienta, el odio abate
el amor sonríe, el odio gruñe
el amor atrae, el odio rechaza
el amor confía, el odio sospecha
el amor enternece, el odio enardece
el amor canta, el odio espanta
el amor tranquiliza, el odio altera
el amor guarda silencio, el odio vocifera
el amor edifica, el odio destruye
el amor siembra, el odio arranca
el amor espera, el odio desespera
el amor consuela, el odio exaspera
el amor suaviza, el odio irrita
el amor aclara, el odio confunde
el amor perdona, el odio intriga
el amor vivifica, el odio mata
el amor es dulce, e odio es amargo
el amor es pacífico, el odio es explosivo
el amor es veraz, el odio es mentiroso
el amor es luminoso, el odio es tenebroso
el amor es humilde, el odio es altanero
el amor es sumiso, el odio es jactancioso
el amor es manso, el odio es belicoso
el amor es espiritual, el odio es carnal
el amor es sublime, el odio es triste
el amor es servicio, el odio es egoísmo
NO MALDIGAS LA OSCURIDAD...
¡MEJOR PRENDE TU LUZ!
14 de marzo de 2016
La falsa seguridad humana
En las épocas en las que me encuentro más frágil, quebradizo, necesitado, débil, y pobre es cuando en la oración obtengo más frutos porque mi corazón es más receptivo, está más abierto a la misericordia de Dios. En estos momentos, el mensaje de Cristo se hace más vivo, más presente y su Palabra me ilumina con mayor intensidad. En la súplica siento que Dios me escucha con más fuerza pese a la debilidad de mi voz. Y desde la pobreza y la debilidad, desde el dolor y el sufrimiento, siento la caricia amable del Dios que me ama.
Sin embargo, en los momentos de fortaleza, de éxito, cuando obtengo logros inesperados que pongo en el zurrón de mis méritos personales, cuando me invade una seguridad aparente y mis actitudes no son sencillas y humildes algo le pesa al corazón.
En definitiva, es en los momentos de pobreza interior en las que los momentos de sensibilidad son más grandes y me dejó arrastrar por la misericordia de Dios, es donde en realidad más fortalecido me siento.
En apariencia es un contrasentido pero las circunstancias de mi vida me han llevado precisamente a darle un sentido profundo a la vida de gracia. A través de ella es más fácil quitarse la coraza de la falsa seguridad para ponerlo todo en manos de la providencia de Dios y en su infinita misericordia.
Dar este paso no siempre es sencillo porque la soberbia de corazón no siempre facilita las cosas pero en el camino de la oración, donde uno despoja todo su ser y toda su insignificancia, en el tu a tu con el Señor, uno se enfrenta al espejo de su pobreza. Y, desde ella, crece la seguridad de que uno está en el camino correcto. Sin embargo, esta firme en apariencia fértil necesita ser regada, abonada y cuidada para dar los frutos que de ella se espera. Y yo, por desgracia, no soy un buen agricultor que sabe cuidar bien de la tierra. Pero para eso están los sacramentos que son el abono de la vida espiritual, la oración de tantos que te ayudan a crecer y la actitud de uno que es el anhelo vivificante para mejorar.
Pero hay algo hermoso. Es en la conciencia de la debilidad donde uno encuentra la luz sobre sí mismo y rompe las cadenas de la falsa debilidad. Y desde la nada es más hermoso el encuentro personal con el Señor.
Se acerca la Pascua. En estos momentos es más clarividente la enseñanza de Cristo respeto a la debilidad humana. El Señor se hace más presente en todos sus discípulos en el momento en que no son nada más que huidizos hombres que huyen por miedo, temor, desesperanza, aflicción, sentimiento de abandono; en María Magdalena, que llora desconsolada porque nada comprende; en la santas mujeres, en María y Juan que lloran desgarrados de dolor al pie de la Cruz; en los discípulos de Emaús que caminan desanimados porque Cristo ¡les ha abandonado!
¡Qué pobreza la nuestra no comprender que en la debilidad, en las flaquezas, en las necesidades, en el dolor, en el sufrimiento, en las angustias, en los momentos de decaimiento y de desánimo es cuando uno más fuerte puede estar porque estos momentos son los grandes instantes en que el Señor manifiesta su gracia!
¡Señor me complazco en Ti porque tu eres mi fuerza y mi salvación! ¡Y te doy gracias porque la contemplación del misterio de la Cruz me llena de esperanza! ¡Hazme, Señor, fuerte en la debilidad y débil en los momentos en los que me crea un pequeño Dios! ¡Y cuando mi fe flaquee, en los momentos de debilidad, cuando mis fuerzas mermen, cuando mis miedos se hagan presentes, cuando mis ansiedad me perturben, envía Tu Espíritu, Señor, para que mi corazón se llene de paz y de confianza en Ti! ¡Cuando mis actitudes me alejen de Ti, cuando mi corazón se muestre insensible, cuando mis seguridades me impidan acercarme a Ti, hazme pequeño Señor! ¡Ven siempre en mi auxilio, Señor de la Misericordia y del amor, para que siga siempre en el mismo camino de verdad! ¡Señor, aunque soy consciente de que siempre caminas a mi lado, de que moriste por mi en la Cruz para vencer al pecado, házmelo ver cada día para que no me acostumbre a verte crucificado! ¡Señor, escucha mis plegarias, concédeme la fortaleza para ser siempre pequeño, confianza para aceptar tu voluntad y fe para caminar con alegría, perdón y misericordia para amar más y más oración para sembrar tus semillas en mi corazón!
Oremos en todo momento!
Bendiciones!!!
El amor...
Dios los bendiga en el Amor de Cristo!!!
JESÚS MISERICORDIOSO
"Yo
soy el Amor y la Misericordia. Quien se acerque a Mí con confianza
recibe mi gracia con tal sobreabundancia, que no la puede contener y la
irradia sobre los otros".
JESÚS A SOR FAUSTINA KOWALSKA.
Bendiciones!!!
JESÚS A SOR FAUSTINA KOWALSKA.
Bendiciones!!!
Desahogo de nuestro corazón...
REZAD EL ROSARIO TODOS LOS DÍAS
"La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios... Cuando se hace bien, conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras súplicas. Cuando nos ponemos a orar a Dios, busquemos desahogar todo nuestro espíritu. Nuestras súplicas le cautivan de tal modo que no puede menos de venir en nuestra ayuda."
-PADRE PÍO-
BENDICIONES!!!
"La oración es el desahogo de nuestro corazón en el de Dios... Cuando se hace bien, conmueve el corazón de Dios y le invita, siempre más, a acoger nuestras súplicas. Cuando nos ponemos a orar a Dios, busquemos desahogar todo nuestro espíritu. Nuestras súplicas le cautivan de tal modo que no puede menos de venir en nuestra ayuda."
-PADRE PÍO-
BENDICIONES!!!
ENTUSIASMO Y GENEROSIDAD, COMO MARÍA SANTÍSIMA...
Señor Jesús, tu nos dijiste:
"Rueguen al dueño para que envíe operarios a su mies". Te pedimos por el don de vocaciones sacerdotales y religiosas para que en todas partes sea amado tu Corazón.
Despierta en muchos jóvenes una vocación sincera, alegre y entusiasta;
con un espíritu de bondad, humildad y sencillez y que quieran compartir su vida en una comunidad para juntas ir hacia Ti.
Y a ti, jóven, que lees estas líneas... que sepas que oramos por ti, y si quieres... déjanos un mensaje y te seguiremos ayudando en tu decisión... animo, no tengas miedo... se valiente y dispuesta... Cristo te necesita... hay mucho por quien orar y trabajar...
-jóvenes dominicas contemplativas-
No teman! Si Jesús las llama...el es el Camino más dichoso!!!
Bendiciones!
"Rueguen al dueño para que envíe operarios a su mies". Te pedimos por el don de vocaciones sacerdotales y religiosas para que en todas partes sea amado tu Corazón.
Despierta en muchos jóvenes una vocación sincera, alegre y entusiasta;
con un espíritu de bondad, humildad y sencillez y que quieran compartir su vida en una comunidad para juntas ir hacia Ti.
Y a ti, jóven, que lees estas líneas... que sepas que oramos por ti, y si quieres... déjanos un mensaje y te seguiremos ayudando en tu decisión... animo, no tengas miedo... se valiente y dispuesta... Cristo te necesita... hay mucho por quien orar y trabajar...
-jóvenes dominicas contemplativas-
No teman! Si Jesús las llama...el es el Camino más dichoso!!!
Bendiciones!
12 de marzo de 2016
Dar hasta que duela...
AMEN!
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DESINTERES,
MADRETERESA
Orden de las hermanas pobres de Santa Clara
La Orden de las hermanas pobres de Santa Clara, por sus siglas O.S.C. (en latín: Ordo sanctae Clarae), también conocida por Hermanas Clarisas pobres, Clarisas descalzas o Clarisas, es uno de los institutos religiosos que forman la Segunda orden de San Francisco.
Fundada por San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís, sus inicios se encuentran en la ermita de San Damián donde vivió santa Clara de Asís y sus hermanas. Su vida estaba dedicada a la oración, el trabajo manual y la asistencia a los pobres.
Santa Clara, que siempre fue fiel al ideal de pobreza de San Francisco, consiguió que el Papa les aprobara el «privilegio de la pobreza» por el cual el monasterio no recibiría rentas. La santa, además, escribió una regla para sus hermanas.
Todo empezó en la madrugada del lunes santo de 1211, cuando la joven Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó a Santa María de la Porciúncula, donde la esperaban san Francisco y sus primeros compañeros para consagrarla al Señor. Tenía apenas 18 años y acababa de rechazar a dos pretendientes al matrimonio. Al principio vivió algún tiempo con las benedictinas del monasterio de San Pablo de las Abadesas (el actual cementerio de Bastía Umbra) y con las religiosas de San'Angelo di Panzo, en las faldas del Subasio, hasta que se le unieron su hermana Catalina (sor Inés, santa como ella) y otras jóvenes. Juntas se trasladaron, unos meses después, a la iglesia de San Damián, restaurada por San Francisco tres años antes.
Al principio las llamaban "Hermanas Menores", pero a san Francisco no le agradó el nombre y, en 1217, inspirándose en el cardenal Hugolino, protector de la Orden, lo cambió por el de "Señoras o Damas Pobres" ( "dominas" o "dueñas").
San Francisco redactó para ellas unas normas u "observancias", pero el canon 13 del IV Concilio de Letrán (noviembre de 1215) prohibió la aprobación de nuevas reglas, de modo que Clara y sus compañeras tuvieron que profesar la Regla benedictina, que prescribía cosas muy diferentes a lo que ellas querían, como el título de abadesa o la posibilidad de tener propiedades. Para evitar esto último, Clara obtuvo de Inocencio III (+ julio 1216) un singular "privilegio de pobreza", por el cual nadie podría obligarles a tener rentas o posesiones.
Con el tiempo los monasterios se fueron acomodando hasta quedar sin vigencia el privilegio de la pobreza. Después de la muerte de Santa Clara, todos los monasterios pidieron que se les diera una regla más suave y de acuerdo con su realidad; de tal manera que el Papa Urbano IV les redactó una nueva regla y nacieron las Clarisas Urbanitas. Esta regla fue general para todas las clarisas.
En la actualidad muchos monasterios han regresado a la profesión de la regla de Santa Clara. Hay unas 20.000 hermanas en todo el mundo. Los monasterios se han agrupado en federaciones.
Obra
Las hermanas clarisas se dedican a la vida de total entrega y encierro en los monasterios, donde se dedican a la costura, principalmente al bordado, a la oración y a la elaboración de productos utilizados en la Eucaristía como lo son las hostias.En realidad no existe requisito de edad para ingresar a esta orden, lo único que se requiere es vocación y entrega a la pobreza, dejando atrás cualquier apego a la vida terrenal, abandono de su hogar y manteniendo a la distancia la relación familiar.
Para sobrevivir o para el sostenimiento de esta comunidad y sus respectivos monasterios se dedican a la costura, a la hechura de pan, galletas y a la ayuda que los fieles [bienhechores] donan para el sostenimiento de ellas, anticipadas por proyectos propios de la orden.
En el campo de la repostería han logrado gran prestigio ya que entre sus muros se conservaron antiguas recetas, utilizan ingredientes naturales y sin prisas, elaboran sus dulces con gran dedicación. Uno de los ingredientes principales de los dulces elaborados por las hermanas clarisas es el huevo. Existe una tradición muy antigua en España, según la cual, a pocos días de celebrarse un matrimonio, las familias de los novios regalan huevos a las clarisas, que se comprometen a rezar para que el día de la boda no llueva. Se trata de una forma de contribuir al mantenimiento de la Orden por parte de los católicos y una entrañable tradición que, a día de hoy, aún perdura.
Entre los dulces más reconocidos se encuentran las Delicias de Santa Clara del Convento de Villacastín.
Cómo las quiero!
Entregadas totalmente a Cristo como San Francisco de Asís.
Ojalá hermanos les sirva toda esta información sobre ellas y que Santa Clara de Asís ilumine nuestras vidas con su ejemplo!
Bendiciones!!!
11 de marzo de 2016
Soneto
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Garcilaso de la Vega
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Nievecita
Sentada en el rincón de la chimenea, la anciana suspiraba quedamente mientras revolvía la sopa: nunca se había sentido tan triste. Muchos, muchos años habían pasado y habían dejado el peso de los inviernos sobre sus hombros y habían encanecido sus cabellos sin traerle siquiera un hijito. Tanto a ella como a su viejo y querido esposo les apenaba su falta, porque fuera había muchos niños jugando en la nieve. Les resultaba duro aceptar que ninguno fuera en verdad el suyo. Pero, ¡ay!, ahora ya no les quedaban esperanzas de obtener tal bendición. No verían nunca un gorrito de piel colgado de la repisa de la chimenea, ni dos zapatillas secándose junto al fuego.
El anciano trajo un haz de leña y se sentó. Luego, mientras oía a los niños reírse y batir palmas, miró por la ventana. Allí estaban, bailando alegremente alrededor del muñeco de nieve que acababan de hacer. Se sonrió al ver el evidente parecido que el muñeco tenía con el alcalde del pueblo, tan gordo y pomposo era.
-Mira, Marusha -le dijo a su mujer-. Ven a ver el muñeco que han hecho.
Juntos ante la ventana, se rieron al ver cuánto se divertían los niños. De repente, el anciano se volvió hacia Marusha con una brillante idea.
-Salgamos a ver si nosotros también podemos hacer un muñequito de nieve.
Pero la anciana se rió de él.
-¿Qué dirían los vecinos? Se burlarían de nosotros, seríamos el hazmerreír del pueblo. Ya somos demasiado viejos para jugar como niños.
-Sólo uno pequeño, Marusha, solamente un muñeco pequeñín. Yo me ocuparé de que nadie nos vea.
-De acuerdo, de acuerdo –dijo ella riéndose-, haremos lo que quieras, Youshko, como siempre.
Dicho esto, apartó la olla del fuego, se puso un gorro y salieron. Al pasar junto a los niños, se detuvieron y se quedaron jugando un momento con ellos, porque ahora ellos también se sentían casi como niños. Luego avanzaron con dificultad por la nieve hasta llegar a un bosquecillo; y, detrás de él, allí donde la nieve era blanca y hermosa y nadie podía verlos, se sentaron a hacer el muñeco.
Youshko se empeñó en que debía ser muy pequeño y su mujer estuvo de acuerdo en que debía tener casi el tamaño de un recién nacido. Arrodillados en la nieve, modelaron el cuerpecito en un abrir y cerrar de ojos. Ahora únicamente les faltaba la cabeza para finalizar. Dos gordas bolas de nieve formaron las mejillas y el rostro, y una muy grande la cabeza. Luego colocaron un puñado para la nariz e hicieron dos agujeros, uno a cada lado, a modo de ojos.
No bien estuvo terminado, retrocedieron para mirarlo, riéndose y aplaudiendo como dos niños. De pronto, se detuvieron. ¿Qué había ocurrido? ¡Algo muy extraño, por cierto! Allí donde estaban los agujeros, vieron dos melancólicos ojos azules que les miraban. Luego, el rostro del pequeño muñeco dejó de ser blanco. Las mejillas se volvieron redondas, tersas y brillantes, y dos labios rosados comenzaron a sonreírles. Un soplo de viento barrió la nieve de la cabeza, transformándola en unos bucles muy rubios que escapaban de un blanco gorro de piel y caían sobre sus hombros. Al mismo tiempo, un poco de nieve, resbalando por el cuerpecito, cayó y tomó la forma de una bonita prenda blanca. Luego, de repente y antes de que pudieran reaccionar, el muñeco se había convertido en la más bella niñita que jamás hubieran visto.
Se miraron el uno al otro de soslayo e, incrédulos, se rascaron la cabeza. Pero aquello era tan real como la vida misma. Allí ante ellos estaba de pie la niña, toda de rosa y blanco. Estaba viva de verdad, pues corrió hacia ellos. Y cuando se agacharon para alzarla, puso un brazo alrededor del cuello de la anciana y con el otro cogió el del anciano y les dio a cada uno un beso y un abrazo.
Rieron y lloraron de felicidad y, luego, recordando súbitamente cuán reales pueden parecer algunos sueños, se pellizcaron el uno al otro. Aun así no se creyeron seguros, pues los pellizcos podían ser parte del sueño. Y, ante el temor de despertarse y que se rompiera el encanto, arroparon rápidamente a la pequeña y emprendieron el regreso a casa.
Por el camino encontraron a los niños, que todavía jugaban con su muñeco; las bolas de nieve que les lanzaron por detrás eran muy reales, pero, aun así, también podían haber sido parte del sueño. Aunque cuando estuvieron dentro de la casa y vieron la chimenea, la olla de sopa junto al fuego, el haz de leña a un costado y todo tal cual lo habían dejado, se miraron con lágrimas en los ojos y ya no volvieron a temer que todo aquello fuera un sueño.
De pronto, allí estaban el gorrito blanco de piel colgando de la repisa de la chimenea y los zapatitos secándose al calor del fuego, mientras la anciana cogía a la niña en su regazo y le cantaba suavemente una nana. El anciano puso la mano sobre el hombro de su esposa y ella alzó la vista.
-¡Marusha!
-¡Youshko!
-¡Al fin tenemos una niñita! La sacamos de la nieve, así que la llamaremos Snegorotchka.
La anciana asintió con la cabeza y luego se besaron. Cuando terminaron de cenar se fueron a la cama seguros de que, por la mañana temprano, encontrarían a la niña todavía con ellos. Y no se equivocaron. Allí estaba, de pie entre los dos, parloteando y riéndose. Pero había crecido y su cabello era ahora dos veces más largo que la noche anterior. Cuando ella los llamó «papá» y «mamá», sintieron un placer tan grande como si fueran jóvenes y estuvieran bailando ágilmente; pero, en lugar de bailar, se abrazaron y lloraron de alegría.
Aquel día lo celebraron con un gran banquete. Marusha estuvo ocupada toda la mañana cocinando todo tipo de delicias, mientras su marido daba vueltas por el pueblo para reunir a los violinistas. Todos los niños y las niñas del lugar fueron invitados; comieron, cantaron, bailaron y se divirtieron hasta el amanecer. Mientras volvían a casa, las niñas hablaban de lo bien que lo habían pasado, pero los niños estaban muy silenciosos; pensaban en la bella Snegorotchka, con sus ojos azules y sus dorados cabellos.
Después de aquel día la pequeña de Marusha y Youshko jugó con los otros niños y les enseñaba cómo hacer castillos y palacios de nieve con salones de mármol, tronos y hermosas fuentes. Parecía que con la nieve y sus finos dedos podía hacer todo lo que quisiera, como si se construyese ella misma. Todos estaban encantados, y, sobre todo, cuando les enseñaba cómo bailaban los copos de nieve, primero con enérgicos remolinos y luego suave y delicadamente, ninguno podía pensar en ninguna otra cosa que en la Niña de Nieve. Era la pequeña reina mágica de los niños, la alegría de los mayores y la luz de las vidas de Marusha y Youshko.
Pero ya se iban terminando los meses de invierno. Con pasos suaves y firmes se retiraban de las cumbres de las montañas y se perdían detrás del horizonte. La tierra comenzaba a cubrirse de verde, los árboles vestían su desnudez y los pájaros del año anterior cantaban las canciones de este año. Las flores tempranas derramaban su aroma en la brisa y una ráfaga de aire cálido acariciaba las mejillas y alentaba una grata promesa en el aire. Los bosques, los prados y las fuentes estaban inquietos y conmovidos y un nuevo espíritu todo lo envolvía: Era como si la Primavera, amarrada durante el largo invierno, quisiese pegar el estirón definitivo para poder expandirse libre.
Una tarde, Marusha, sentada en el rincón de la chimenea, mientras revolvía la sopa, cantaba una canción, pues nunca se había sentido tan llena de felicidad. El anciano Youshko acababa de traer un haz de leña que dejó en el suelo. Todo parecía igual que aquella tarde de invierno cuando vieron a los niños bailando alrededor del muñeco de nieve; pero lo que hacía que ahora todo fuera diferente era Snegorotchka, la luz de sus ojos, que, sentada junto a la ventana, contemplaba la verde hierba y el follaje de los árboles.
Youshko, que la estaba mirando, se dio cuenta de que su rostro estaba pálido y sus ojos tenían un tono menos azul de lo habitual.
-¿No te sientes bien, pequeña? -le preguntó.
-No, padre -respondió con tristeza-. ¡Ay, añoro tanto la blanca nieve! La hierba verde no es ni la mitad de bonita. Me gustaría que la nieve llegase otra vez.
-Pues ¡claro que sí! La nieve llegará nuevamente -contestó el anciano-. ¿Acaso no te gustan las hojas de los árboles y las flores?
-No son tan bonitas como la pura nieve blanca -y la niña tembló.
Al día siguiente ella tenía un aspecto tan triste y estaba tan pálida que sus padres se asustaron y se dirigieron una mirada de inquietud.
-¿Qué le pasa a la niña? -dijo Marusha.
Youshko movió la cabeza mirando alternativamente a Snegorotchka y al fuego.
-Hija mía -dijo al fin-, ¿Por qué no sales a jugar con los demás niños? Están todos divirtiéndose en el bosque; pero he notado que ahora nunca juegas con ellos. ¿Por qué, querida mía?
-Padre, no lo sé, pero mi corazón parece que se convierte en agua cuando el suave y tibio viento me trae el perfume de las flores.
-Nosotros iremos contigo, hija mía -dijo el anciano-, pondré mi brazo sobre ti y te protegeré del viento. Ven, te mostraremos todas las bellas flores del campo, te diremos sus nombres y tú acabarás amándolas..
Marusha retiró la olla del fuego y los tres juntos salieron de casa. Youshko rodeó a la niña con su brazo para protegerla del viento, pero no habían ido muy lejos cuando el cálido perfume de las flores llegó hasta ellos flotando en la brisa, y la Niña de Nieve tembló como una hoja. Los ancianos la besaron y consolaron y se dirigieron al campo, al lugar donde crecían las flores más bonitas. De repente, mientras atravesaban un bosquecillo de grandes árboles, un brillante rayo de sol se cruzó como un dardo y Snegorotchka se puso la mano sobre los ojos y lanzó un grito de dolor.
Se detuvieron y la miraron. Por un momento, mientras se desmayaba en brazos del anciano, sus ojos se encontraron con los suyos. Y por su rostro se deslizaban lágrimas que, al caer, brillaban a la luz del sol. Y comenzó a volverse más y más pequeña, hasta que al fin todo lo que quedó de Snegorotchka -Niña de Nieve, Nievecita- era una gota de rocío brillando sobre la hierba, una lágrima que había caído en la corola de una flor. Youshko la recogió con delicadez y, sin decir palabra, se la ofreció a Marusha.
En ese preciso momento los dos ancianos, Marusha y Youshko, comprendieron que su pequeña y querida niña estaba hecha simplemente de nieve y se había derretido al calor del sol.
FIN
La vida es SAGRADA!
Es vida, es persona desde el primer instante de concepción.
Bendiciones!
10 de marzo de 2016
Paz en el corazón
Para ser feliz es imprescindible tener paz en el corazón. Pero la paz del
corazón no se basa en consideraciones humanas sino en la certeza de fe fundada
en el palabra de Dios.
Jesús dijo claramente que su paz no se apoya en las razones del mundo: " La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde ..." (Jn 14.27).
"Sin mí no podéis hacer nada" ha dicho Jesús (Jn 15.5). No ha dicho: no podéis hacer gran cosa, sino "no podéis hacer nada".
¿Cual es el motivo por el que no tenemos paz en el corazón? El desánimo, el cansancio, la tristeza, los defectos que no vencemos, la falta del nivel económico que deseamos, el dolor propio o ajeno, las contrariedades, la soberbia, las humillaciones, los pecados que cometemos, la soledad, los defectos de las personas que nos rodean y un sin fin de cosas más.
Hay que tener en cuenta que todas las razones para perder la paz son malas razones y que las combatiremos con la ayuda de Dios y con pensamientos que nos reconfortan y nos dan paz, pensamientos que se opondrán a los que provienen de nuestro propio espíritu, de la mentalidad que nos rodea, o incluso en ocasiones del enemigo y que nos lleva a la confusión, al temor, o al desaliento. El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestros corazones, porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza cosas grandes.
El hombre que se enfrenta a Dios, que más o menos conscientemente le huye, no podrá vivir en paz.
Una condición necesaria para la paz interior es, la buena voluntad o limpieza de corazón. Es la disposición estable y constante del hombre que está decidido a amar a Dios sobre todas las cosas. Esta condición que acabamos de indicar, además de necesaria, es suficiente para alcanzar la paz.
Hay una palabras de Jesús esclarecedoras al máximo " Por eso os digo: Respecto a vuestra vida, no os preocupéis acerca de qué comeréis, ni respecto a vuestro cuerpo, acerca de que os pondréis. ¿Acaso no es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ...No andéis, inquietos diciendo: ¿qué comeremos?, o ¿qué beberemos?, o con qué nos vestiremos? Por todas estas cosas se afanan los gentiles. Bien sabe vuestro Padre celestial que necesitáis de todas ellas. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os inquietéis por el día de mañana, ... (Mt 6, 25-34).
Esto no significa que no debamos de trabajar, sino que además de trabajar debemos de confiar en Dios, pues no alcanzaremos la paz sino nos apoyamos en Él, "Padre del cielo que sabe que necesitáis todas esas cosas" (Mt 6,32).
Pero para experimentar el apoyo de Dios es imprescindible que le dejemos el espacio necesario para que pueda manifestarse. Muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la han experimentado porque nunca han dado el salto de la fe, y no le han dejado la posibilidad de intervenir.
Para resistir a los incesantes asaltos del mal y a los pensamientos de desaliento y desconfianza, nuestra oración ha de ser incesante e incansable. La certeza que infunde en nosotros el hábito de la oración es más fuerte que la que se desprende de los razonamientos, aunque sean de las más alta teología.
Nunca insistiremos bastante en la necesidad de la oración silenciosa, la auténtica fuente de la paz interior. ¿Cómo abandonarse en Dios y confiar en Él, si sólo lo conocemos de lejos, de oídas?
Aprendamos pues a abandonarnos con la sencillez de los niños, a confiar totalmente en Dios tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Ejercitándose en el abandono, se adquiere la experiencia concreta de que "eso funciona", que Dios hace que todo colabore al bien, incluso el mal, el dolor, incluso los propios pecados.
Pero para que ese abandono alcance la máxima eficacia, para que sea auténtico y engendre la paz debe ser pleno; que pongamos todo sir excepción en las manos de Dios.
La medida de nuestra paz interior será la de nuestro abandono, es decir la de nuestro desprendimiento. Desprendimiento de todo, y no de algunas cosas nada más. Tenemos una tendencia natural a "apegarnos" a multitud de cosas. bienes materiales, afectos, deseos, proyectos, etc., hay que abandonarlas todas en el Señor.
Dios lo pide todo, pero no lo toma todo, este s un ardid que suele emplear el demonio para desconcertarnos y desalentarnos, el demonio nos hace imaginar que, si le entregamos todo, Dios, efectivamente, nos lo tomará todo y "arrasará" nuestra vida. Esto nos impide darnos del todo. Pero no hay que caer en esta trampa. Al contrario, el Señor nos pide únicamente una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no necesariamente toma "todo": nos deja la posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan servir a sus designios y no sean malas en sí mismas.
Es al abandonarse en Dios, cuando uno encuentra explicación al sentido del dolor y del mal en el mundo (tema tratado en otras páginas), y que tantas veces es causante de inquietudes. Se soportará con más facilidad los defectos propios y ajenos, incluso los propios pecados, pues una persona de buena voluntad, en vez de abatirse, se levanta inmediatamente y gana en humildad y en experiencia de la misericordia divina. Pierde más el que permanece triste y abatido. No es más perfecto el que se comporta de manera irreprochable, sino el que ama más.
¿Y la inquietud que nos invade cuando hemos de tomar decisiones? Uno de los defectos que hemos de evitar es el de la precipitación y el apresuramiento excesivos. Cuando no se sabe que es lo mejor, hay que reflexionar, no es aconsejable actuar en medio de las incertidumbres, pero si estas continúan , hay que decir: haga lo que haga estará bien, puesto que intento hacer el bien. No nos entristezcamos si, después de cierto tiempo, vemos que esas cosas no son buenas. Dios mira la intención de nuestro actuar. Es más, al tomar esas decisiones dudosas, le diremos al Señor: He reflexionado y rezado para conocer tu voluntad; no la veo muy claramente, pero no me inquieto, decido tal cosa, porque, bien estudiado me parece la mejor solución. Y dejo todo en tus manos. Sé muy bien que, incluso si me equivoco, tu no te enfadarás conmigo, pues he actuado con recta intención; y si me equivoco, sé que sabrás sacar un bien de este error mío, ¡Será para mí una fuente de humildad, y obtendré de ello alguna enseñanza! Y me quedo tranquilo.
Hay veces que el demonio quiere persuadirnos de que no hacemos lo suficiente, de que lo que hacemos no lo hacemos por amor de Dios. Por ejemplo, nos hará creer que el Señor nos pide determinado sacrificio del que somos incapaces. Y eso nos inspira toda clase de preocupaciones y de escrúpulos de conciencia que, pura y simplemente, debemos ignorar arrojándonos en brazos de Dios como niños pequeños.
Santa Teresita decía: "No me desanimaré nunca". y es célebre la frase de Santa Teresa: "La paciencia todo lo alcanza". Si no soy capaz de conservar la paz en circunstancias difíciles, empezaré por conservarla en las situaciones más sencillas de todos los días; llevaré a cabo mis tareas cotidianas sin nervios y con serenidad, empeñándome en hacer bien cada cosa en el momento presente, sin preocuparme por el siguiente; hablaré con los que me rodean en tono dulce y sosegado, y evitaré la precipitación en mis gestos, ¡hasta en mi modo de subir las escaleras!
"Por nada os inquietéis, sino presentad en toda oración y plegaria al Señor vuestras peticiones, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestro pensamiento en Cristo Jesús" (Flp 4, 6-7).
DIOS LOS BENDIGA!
Jesús dijo claramente que su paz no se apoya en las razones del mundo: " La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde ..." (Jn 14.27).
"Sin mí no podéis hacer nada" ha dicho Jesús (Jn 15.5). No ha dicho: no podéis hacer gran cosa, sino "no podéis hacer nada".
¿Cual es el motivo por el que no tenemos paz en el corazón? El desánimo, el cansancio, la tristeza, los defectos que no vencemos, la falta del nivel económico que deseamos, el dolor propio o ajeno, las contrariedades, la soberbia, las humillaciones, los pecados que cometemos, la soledad, los defectos de las personas que nos rodean y un sin fin de cosas más.
Hay que tener en cuenta que todas las razones para perder la paz son malas razones y que las combatiremos con la ayuda de Dios y con pensamientos que nos reconfortan y nos dan paz, pensamientos que se opondrán a los que provienen de nuestro propio espíritu, de la mentalidad que nos rodea, o incluso en ocasiones del enemigo y que nos lleva a la confusión, al temor, o al desaliento. El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestros corazones, porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza cosas grandes.
El hombre que se enfrenta a Dios, que más o menos conscientemente le huye, no podrá vivir en paz.
Una condición necesaria para la paz interior es, la buena voluntad o limpieza de corazón. Es la disposición estable y constante del hombre que está decidido a amar a Dios sobre todas las cosas. Esta condición que acabamos de indicar, además de necesaria, es suficiente para alcanzar la paz.
Hay una palabras de Jesús esclarecedoras al máximo " Por eso os digo: Respecto a vuestra vida, no os preocupéis acerca de qué comeréis, ni respecto a vuestro cuerpo, acerca de que os pondréis. ¿Acaso no es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ...No andéis, inquietos diciendo: ¿qué comeremos?, o ¿qué beberemos?, o con qué nos vestiremos? Por todas estas cosas se afanan los gentiles. Bien sabe vuestro Padre celestial que necesitáis de todas ellas. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os inquietéis por el día de mañana, ... (Mt 6, 25-34).
Esto no significa que no debamos de trabajar, sino que además de trabajar debemos de confiar en Dios, pues no alcanzaremos la paz sino nos apoyamos en Él, "Padre del cielo que sabe que necesitáis todas esas cosas" (Mt 6,32).
Pero para experimentar el apoyo de Dios es imprescindible que le dejemos el espacio necesario para que pueda manifestarse. Muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la han experimentado porque nunca han dado el salto de la fe, y no le han dejado la posibilidad de intervenir.
Para resistir a los incesantes asaltos del mal y a los pensamientos de desaliento y desconfianza, nuestra oración ha de ser incesante e incansable. La certeza que infunde en nosotros el hábito de la oración es más fuerte que la que se desprende de los razonamientos, aunque sean de las más alta teología.
Nunca insistiremos bastante en la necesidad de la oración silenciosa, la auténtica fuente de la paz interior. ¿Cómo abandonarse en Dios y confiar en Él, si sólo lo conocemos de lejos, de oídas?
Aprendamos pues a abandonarnos con la sencillez de los niños, a confiar totalmente en Dios tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Ejercitándose en el abandono, se adquiere la experiencia concreta de que "eso funciona", que Dios hace que todo colabore al bien, incluso el mal, el dolor, incluso los propios pecados.
Pero para que ese abandono alcance la máxima eficacia, para que sea auténtico y engendre la paz debe ser pleno; que pongamos todo sir excepción en las manos de Dios.
La medida de nuestra paz interior será la de nuestro abandono, es decir la de nuestro desprendimiento. Desprendimiento de todo, y no de algunas cosas nada más. Tenemos una tendencia natural a "apegarnos" a multitud de cosas. bienes materiales, afectos, deseos, proyectos, etc., hay que abandonarlas todas en el Señor.
Dios lo pide todo, pero no lo toma todo, este s un ardid que suele emplear el demonio para desconcertarnos y desalentarnos, el demonio nos hace imaginar que, si le entregamos todo, Dios, efectivamente, nos lo tomará todo y "arrasará" nuestra vida. Esto nos impide darnos del todo. Pero no hay que caer en esta trampa. Al contrario, el Señor nos pide únicamente una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no necesariamente toma "todo": nos deja la posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan servir a sus designios y no sean malas en sí mismas.
Es al abandonarse en Dios, cuando uno encuentra explicación al sentido del dolor y del mal en el mundo (tema tratado en otras páginas), y que tantas veces es causante de inquietudes. Se soportará con más facilidad los defectos propios y ajenos, incluso los propios pecados, pues una persona de buena voluntad, en vez de abatirse, se levanta inmediatamente y gana en humildad y en experiencia de la misericordia divina. Pierde más el que permanece triste y abatido. No es más perfecto el que se comporta de manera irreprochable, sino el que ama más.
¿Y la inquietud que nos invade cuando hemos de tomar decisiones? Uno de los defectos que hemos de evitar es el de la precipitación y el apresuramiento excesivos. Cuando no se sabe que es lo mejor, hay que reflexionar, no es aconsejable actuar en medio de las incertidumbres, pero si estas continúan , hay que decir: haga lo que haga estará bien, puesto que intento hacer el bien. No nos entristezcamos si, después de cierto tiempo, vemos que esas cosas no son buenas. Dios mira la intención de nuestro actuar. Es más, al tomar esas decisiones dudosas, le diremos al Señor: He reflexionado y rezado para conocer tu voluntad; no la veo muy claramente, pero no me inquieto, decido tal cosa, porque, bien estudiado me parece la mejor solución. Y dejo todo en tus manos. Sé muy bien que, incluso si me equivoco, tu no te enfadarás conmigo, pues he actuado con recta intención; y si me equivoco, sé que sabrás sacar un bien de este error mío, ¡Será para mí una fuente de humildad, y obtendré de ello alguna enseñanza! Y me quedo tranquilo.
Hay veces que el demonio quiere persuadirnos de que no hacemos lo suficiente, de que lo que hacemos no lo hacemos por amor de Dios. Por ejemplo, nos hará creer que el Señor nos pide determinado sacrificio del que somos incapaces. Y eso nos inspira toda clase de preocupaciones y de escrúpulos de conciencia que, pura y simplemente, debemos ignorar arrojándonos en brazos de Dios como niños pequeños.
Santa Teresita decía: "No me desanimaré nunca". y es célebre la frase de Santa Teresa: "La paciencia todo lo alcanza". Si no soy capaz de conservar la paz en circunstancias difíciles, empezaré por conservarla en las situaciones más sencillas de todos los días; llevaré a cabo mis tareas cotidianas sin nervios y con serenidad, empeñándome en hacer bien cada cosa en el momento presente, sin preocuparme por el siguiente; hablaré con los que me rodean en tono dulce y sosegado, y evitaré la precipitación en mis gestos, ¡hasta en mi modo de subir las escaleras!
"Por nada os inquietéis, sino presentad en toda oración y plegaria al Señor vuestras peticiones, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestro pensamiento en Cristo Jesús" (Flp 4, 6-7).
DIOS LOS BENDIGA!
EL VERDADERO SENTIDO DE LA CRUZ
Dios no te da la cruz para hundirte, Dios te da la cruz para salvarte, para quitarte lo superficial, para acrisolarte como el oro y hacerte brillar, para madurar tu fe y tu alma.
La cruz no es un peso si la aceptas, la besas y la abrazas como Cristo hizo con la suya pensando en ti. La cruz no es un flagelo, es un regalo que si sabes aprovechar te llevará al cielo.
Cuando el Padre entregó al Hijo en la cruz pensó en que te salvaría. Cuando el Hijo subió a la cruz pensó lo mismo, que con la cruz te salvaría, ¿por qué no ves tu cruz como lo que es, como tu salvadidas?
Ama la cruz!!!
Bendiciones!
Auténticos
LA DIGNIDAD DE SER HIJOS DE DIOS
No lo olvides nunca! Bendiciones!
Nuestros corazones al servicio de Dios
San Francisco un fiel y excelentísimo seguidor de Cristo. Lo amo!
Que el mundo no nos confunda, ni seduzca...sigamos a Jesús!
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INFANCIA
Nada mejor que juntarse con amigos en la puerta de una casa...nada mejor que una sana infancia
Bendiciones a todos los niños...los que llevamos dentro también!
PAZ
Muy cierto no?
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9 de marzo de 2016
Unir...
LOS HERMANOS
Esta es la historia de un par de hermanos que vivieron juntos y en armonía por muchos años.
Ellos vivían en granjas separada pero un día…
Cayeron en un conflicto, este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.
Comenzó con un pequeño malentendido y
fue creciendo …
hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
- Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
-"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted.
Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.
La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvío el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.
¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."
El carpintero le dijo: "creo que comprendo la situación".
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.
Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó.
No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo.
Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:
-"Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho".
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas.
-"No, espera". "Quédate unos cuantos días tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.
"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".
Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos,
No permitas que un pequeño desliz malogre una gran amistad...
Recuerda que el silencio a veces es la mejor respuesta...
Esta es la historia de un par de hermanos que vivieron juntos y en armonía por muchos años.
Ellos vivían en granjas separada pero un día…
Cayeron en un conflicto, este fue el primer problema serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua.
Comenzó con un pequeño malentendido y
fue creciendo …
hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
- Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
-"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted.
Mire al otro lado del arroyo, en aquella granja vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor.
La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros pero él desvío el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor.
¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."
El carpintero le dijo: "creo que comprendo la situación".
El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.
Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó.
No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo.
Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos.
En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano mayor le dijo:
-"Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho".
Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas.
-"No, espera". "Quédate unos cuantos días tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero.
"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".
Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimientos,
No permitas que un pequeño desliz malogre una gran amistad...
Recuerda que el silencio a veces es la mejor respuesta...
La sorpresa de...no saber mirar...
Aquel año el invierno neoyorquino se extendió lánguidamente hasta fines
de abril. Como vivía sola y era ciega, tendía a permanecer en casa gran
parte del tiempo.
Por fin, un día el frío desapareció y entró la primavera, llenando el aire con una fragancia penetrante y alborozadora . Por la ventana de atrás, un alegre pajarito gorjeaba con persistencia, invitándome a salir.
Consciente de lo caprichoso que es abril, me aferré a mi abrigo de invierno pero, como una concesión al cambio de temperatura, dejé mi bufanda de lana, mi sombrero y mis guantes. Tomando mi bastón de tres picos salí alegremente al pórtico que lleva directamente a la calle. Levanté la cara hacia el sol, dándole una sonrisa de bienvenida en reconocimiento por su calidez y su promesa.
Mientras caminaba por la calle cerrada donde vivo , mi vecino me saludó con un "hola" musical y preguntó si deseaba que me condujera a alguna parte. "No, gracias" respondí. " Mis piernas han estado descansando todo el invierno y mis articulaciones necesitan desesperadamente de ejercicio, así que iré caminando".
Al llegar a la esquina aguardé, como era mi costumbre, a que alguna persona me permitiera atravesar con ella la calle cuando el semáforo estuviera en verde.
El sonido del tráfico me pareció un poco más largo que de costumbre, y sin embargo, nadie se ofreció a ayudarme.
Permanecí allí pacientemente y comencé a canturrear una melodía que recordaba. Era una canción de bienvenida a la primavera que había aprendido de niña en la escuela.
De repente, una voz masculina, fuerte y bien modulada, me habló :
"Parece un ser humano muy alegre", dijo. "¿Me daría el placer de acompañarla al otro lado de la calle?".
Adulada por tanta caballerosidad, asentí sonriendo, musitando un "sí" apenas inteligible.
Con amabilidad me rodeó el brazo con su mano y bajamos de la acera. Mientras avanzábamos lentamente, habló del tema más obvio -el clima- y qué bueno era estar vivo en un día como aquel.
Caminábamos al mismo paso y era difícil saber quién conducía a quién.
Apenas habíamos llegado al otro lado cuando una y otra vez comenzaron a escucharse las impacientes bocinas; seguramente había cambiado el semáforo.
Dimos algunos pasos más para alejarnos de la esquina.
Me volví hacia él para agradecer su ayuda y su compañía. Antes de que hubiera pronunciado una palabra, me habló:
"No sé si sabe", dijo, "qué grato es encontrar a alguien tan alegre como usted que acompañe a un ciego como yo a atravesar la calle".
Aquel día de primavera ha permanecido en mi memoria por siempre.
Muy bueno!
Por fin, un día el frío desapareció y entró la primavera, llenando el aire con una fragancia penetrante y alborozadora . Por la ventana de atrás, un alegre pajarito gorjeaba con persistencia, invitándome a salir.
Consciente de lo caprichoso que es abril, me aferré a mi abrigo de invierno pero, como una concesión al cambio de temperatura, dejé mi bufanda de lana, mi sombrero y mis guantes. Tomando mi bastón de tres picos salí alegremente al pórtico que lleva directamente a la calle. Levanté la cara hacia el sol, dándole una sonrisa de bienvenida en reconocimiento por su calidez y su promesa.
Mientras caminaba por la calle cerrada donde vivo , mi vecino me saludó con un "hola" musical y preguntó si deseaba que me condujera a alguna parte. "No, gracias" respondí. " Mis piernas han estado descansando todo el invierno y mis articulaciones necesitan desesperadamente de ejercicio, así que iré caminando".
Al llegar a la esquina aguardé, como era mi costumbre, a que alguna persona me permitiera atravesar con ella la calle cuando el semáforo estuviera en verde.
El sonido del tráfico me pareció un poco más largo que de costumbre, y sin embargo, nadie se ofreció a ayudarme.
Permanecí allí pacientemente y comencé a canturrear una melodía que recordaba. Era una canción de bienvenida a la primavera que había aprendido de niña en la escuela.
De repente, una voz masculina, fuerte y bien modulada, me habló :
"Parece un ser humano muy alegre", dijo. "¿Me daría el placer de acompañarla al otro lado de la calle?".
Adulada por tanta caballerosidad, asentí sonriendo, musitando un "sí" apenas inteligible.
Con amabilidad me rodeó el brazo con su mano y bajamos de la acera. Mientras avanzábamos lentamente, habló del tema más obvio -el clima- y qué bueno era estar vivo en un día como aquel.
Caminábamos al mismo paso y era difícil saber quién conducía a quién.
Apenas habíamos llegado al otro lado cuando una y otra vez comenzaron a escucharse las impacientes bocinas; seguramente había cambiado el semáforo.
Dimos algunos pasos más para alejarnos de la esquina.
Me volví hacia él para agradecer su ayuda y su compañía. Antes de que hubiera pronunciado una palabra, me habló:
"No sé si sabe", dijo, "qué grato es encontrar a alguien tan alegre como usted que acompañe a un ciego como yo a atravesar la calle".
Aquel día de primavera ha permanecido en mi memoria por siempre.
Muy bueno!
EL BAMBU JAPONÉS
No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego.También
es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a
la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece
¡más de 30metros!
¿Tardó sólo seis semanas crecer?
No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos-, si está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.
Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.
Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.
Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…
Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…
Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés…
¿Para qué?
Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…
quizá solo estés echando raíces….
QUE OPINAS?
CRISTO DE LA SALUD
Los días catorce de cada mes es el día del Cristo de la Salud, una devoción que procede de la provincia de Tucumán (Argentina), cuando el Cristo, en épocas de la Colonia, liberó a todo un pueblo de la peste.
No dejas de sorprendernos nunca Señor!
Te amamos!!!
Siempre dándonos más y más amor...los milagros son diarios, no te parece?
Contame testimonios! Dale! espero tu comentario!
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Los impredecibles caminos de Dios
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Aquel bosque había sido siempre muy atrayente. Sus
árboles centenarios, cuyas hojas filtraban los rayos del sol, y su
ambiente de misterio creaban el escenario perfecto para las diversiones
de los niños de la aldea, amantes de la aventura. Era habitual, sobre
todo en vacaciones o los fines de semana, verlos correr por todas partes
y perderse entre las sombras de la vegetación, mientras de lejos se
escuchaba resonar su alegre griterío.
Allí se habían refugiado, durante la guerra, los soldados de la retaguardia. Por eso, no era raro encontrar casquillos de bala, restos de pólvora o plomo y otros pertrechos, lo que para los niños hacía de ese lugar un sitio aún más fascinante. Un día, un par de amigos —Mario y Alejandro— se encontraban paseando entre los árboles en busca de algo nuevo. Habían sido compañeros en la escuela y siempre pasaban juntos las vacaciones. El primero todavía vivía en la aldea, pero el otro se había mudado con su familia a la capital. Andaban conversando animadamente sobre cuál sería el futuro de cada uno. Después de todo, ya estaban terminando los estudios secundarios y quizá no volverían a encontrarse. — Yo voy a ser médico, dijo Alejandro. Me estoy aplicando para entrar en la Universidad. Quiero ayudar a la gente. Me conmovió ver cómo sufrían los soldados durante la guerra por no tener a un doctor que les auxiliara. Y tú, ¿ya te has decidido? — Todavía no…, le respondió Mario. — ¡Pero bueno! Si ya estás terminando el instituto. Tendrás que tomar una determinación. — A mí también me gustaría elegir una profesión que ayudara a las personas, pero la Medicina no me atrae.
De pronto, se fijaron que algo brillaba en un arbusto e instintivamente ambos aceleraron el paso. Era un rosario de madera, desgastado por el uso, cuya cruz de metal relucía a la luz del sol. — ¡Mira, es un rosario!, exclamó Mario, mientras lo cogía y besaba su crucifijo. — ¡Va, si es un rosario ordinario!, le retrucó Alejandro. — Un rosario, por muy simple que sea, nunca es ordinario, le reprendió su amigo. Debemos buscar a su dueño, porque tiene que estar muy triste por haberlo perdido. Alejandro intentaba disuadirlo, pues la aldea no era tan pequeña… y además que podría pertenecer a uno de los miles de soldados que por allí habían pasado durante la guerra. Mario decidió entonces llevarlo a la ermita que estaba en el centro del bosque y depositarlo a los pies de una imagen de la Virgen. Quién sabe si el que lo había extraviado no iría a buscarlo ahí. Cuando llegaron a la ermita, Mario le pidió a su amigo que entrara con él para que juntos rezaran a María Santísima, como siempre lo habían hecho, pero Alejandro no quiso acompañarle. Prefirió esperarle afuera, contemplando… las maravillas de la naturaleza. Habían pasado cinco minutos desde que Mario había entrado. Quince minutos. ¡Media hora! ¡Y no daba la impresión de que fuera a salir…! Alejandro estaba impaciente y se preguntaba qué estaría haciendo tanto tiempo dentro de la ermita. Finalmente, apareció. Y venía sonriendo, como iluminado. — ¿Pero qué te ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto? — Ya he decidido lo que voy a ser: sacerdote. — ¿Cómo? ¿Qué ideas son esas? — Sí, tú serás médico de cuerpos y yo médico de almas. Hoy he visto claramente, delante de Nuestra Señora, cuál sería mi vocación y le he pedido que me ayude a entrar enseguida en el seminario y me transforme en un sacerdote santo. Alejandro no se atrevió a decir nada más. Regresaron a casa de Mario y cuando se acabaron las vacaciones cada cual siguió su camino: aquel entró en la Facultad de Medicina y éste ingresó en el Seminario Diocesano. Ambos perdieron la pista uno del otro. Veinte años habían pasado cuando el padre Mario fue designado capellán del Hospital Modelo de la capital. Allí se encontró con su antiguo amigo, ahora un renombrado médico y cirujano. Había progresado mucho profesionalmente, pero infelizmente se preocupaba tan sólo con asuntos prácticos, sin darle importancia a la vida espiritual.
— ¡Ay, ay! ¡Ay, doctor! Me voy a morir… y no tendré salvación, repetía el enfermo, angustiado. El sacerdote se acercó para intentar animarle, exhortándole a que tuviera confianza en la Madre de Dios. Y le invitó a que rezaran juntos el Rosario. — ¡No me hable de rosarios! — Pero, ¿por qué? No hay una criatura más dulce y bondadosa que María… El pobre hombre le contó su historia. Unos veinte años atrás había sido soldado en la guerra. Antes de salir de casa, su madre le había dado un rosario y le hizo que le prometiera que lo llevaría siempre encima y lo rezaría diariamente. El militar atendió aquel pedido durante un tiempo, pero no pudo resistir las burlas de sus compañeros y al pasar por un bosque cercano a una aldea tiró el rosario entre los arbustos. Desde entonces la conciencia le pesaba enormemente y no se sentía digno de rezar a la Virgen, ni de mirar siquiera a una imagen suya. El sacerdote y el médico se miraron estupefactos. El lugar del que hablaba era la aldea de su infancia y el rosario ¡el que se habían encontrado! El padre Mario sacó un rosario de madera de su bolsillo y se lo entregó al enfermo, diciéndole: — Pues mire, ¡aquí está su rosario! Si María ha querido que le fuera devuelto, es porque quería manifestarle su perdón. La fisonomía del enfermo se iluminó. Entonces el sacerdote le contó la escena que ocurrió hacía veinte años atrás y cómo su vocación se la debía a aquel rosario que guardaba de recuerdo por la gracia recibida, y con el que rezaba todos los días. El doctor oía al padre Mario, bañado en lágrimas. Dándose cuenta de lo mucho que se había alejado de Dios, se preguntaba: “¿De qué sirve ser un gran profesional a costa de dejar abandonada su propia alma?”. Médico y paciente quisieron confesarse y recuperar la paz. El viejo soldado en poco tiempo recibió el alta y salió del hospital. Y el Dr. Alejandro y el P. Mario aún trabajaron juntos durante muchos años, en plena armonía: uno curaba el cuerpo y el otro llevaba la salud al alma. Me encantó! A vos? |
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