2 de febrero de 2015

Amada Cruz


“Amada mía, la Cruz bien soportada y
ardientemente deseada, hace distinguir bien a
los predestinados de los réprobos, los cuales
son tan recalcitrantes a todo padecimiento.
Sepas que en el día del Juicio Universal, los
amantes de la cruz, al verla aparecer, oh
cuánto se alegrarán, mientras que los réprobos
serán heridos y asaltados por un horrible
espanto.
Desde ahora, amada mía, se puede sin
duda aseverar si alguien deberá ser uno de los
salvados o eternamente perdido, pues si al
presentarse la cruz, la abraza y Me sigue con
resignación y paciencia y de cuando en
cuando la besa, dando gracias Al que se la ha
enviado, es señal evidente y más que segura
de estar en el número de los salvados; pero si
por el contrario, al presentarse la Cruz, la
persona se irrita, la desprecia y quisiera a toda
costa sustraerse a ella, Cruz ya merecida a
causa de sus perversidades, puede tenerse
como señal cierta de que camina por la vía del
infierno.
Y así, los réprobos, si a vista de la Cruz me
ofenden en vida, en el día del Juicio más que
nunca blasfemarán de mí al ver aparecer la
Cruz, que les infundirá eterno terror.
La Cruz además, hija mía, es el distintivo
del verdadero cristiano. Ella lo dice todo
porque como un libro abierto hace distinguir
con claridad y sin ningún tipo de engaño, al
santo del pecador, al perfecto del imperfecto,
al fervoroso del tibio.
La Cruz, además comunica a quien está
bien dispuesto, una luz tal, que desde ahora no
solo hace distinguir al bueno del culpable y
hace conocer también quién deberá ser más o
menos glorioso en el Cielo y quién deberá
ocupar en él un puesto más o menos
eminente.
Fuera de esto, todas las virtudes ante la
excelencia de la Cruz, se vuelven sumisamente
humildes y reverentes; ¿y sabes cuándo
adquieren mayor lustre y esplendor?, cuando
están bien acopladas con ella”.

Jesús a Luisa Piccarreta.
"Divina Voluntad"
 
 

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