12 de marzo de 2016

Orden de las hermanas pobres de Santa Clara


La Orden de las hermanas pobres de Santa Clara, por sus siglas O.S.C. (en latín: Ordo sanctae Clarae), también conocida por Hermanas Clarisas pobres, Clarisas descalzas o Clarisas, es uno de los institutos religiosos que forman la Segunda orden de San Francisco.
Fundada por San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís, sus inicios se encuentran en la ermita de San Damián donde vivió santa Clara de Asís y sus hermanas. Su vida estaba dedicada a la oración, el trabajo manual y la asistencia a los pobres.

Santa Clara, que siempre fue fiel al ideal de pobreza de San Francisco, consiguió que el Papa les aprobara el «privilegio de la pobreza» por el cual el monasterio no recibiría rentas. La santa, además, escribió una regla para sus hermanas.
Todo empezó en la madrugada del lunes santo de 1211, cuando la joven Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó a Santa María de la Porciúncula, donde la esperaban san Francisco y sus primeros compañeros para consagrarla al Señor. Tenía apenas 18 años y acababa de rechazar a dos pretendientes al matrimonio. Al principio vivió algún tiempo con las benedictinas del monasterio de San Pablo de las Abadesas (el actual cementerio de Bastía Umbra) y con las religiosas de San'Angelo di Panzo, en las faldas del Subasio, hasta que se le unieron su hermana Catalina (sor Inés, santa como ella) y otras jóvenes. Juntas se trasladaron, unos meses después, a la iglesia de San Damián, restaurada por San Francisco tres años antes.
Al principio las llamaban "Hermanas Menores", pero a san Francisco no le agradó el nombre y, en 1217, inspirándose en el cardenal Hugolino, protector de la Orden, lo cambió por el de "Señoras o Damas Pobres" ( "dominas" o "dueñas").
San Francisco redactó para ellas unas normas u "observancias", pero el canon 13 del IV Concilio de Letrán (noviembre de 1215) prohibió la aprobación de nuevas reglas, de modo que Clara y sus compañeras tuvieron que profesar la Regla benedictina, que prescribía cosas muy diferentes a lo que ellas querían, como el título de abadesa o la posibilidad de tener propiedades. Para evitar esto último, Clara obtuvo de Inocencio III (+ julio 1216) un singular "privilegio de pobreza", por el cual nadie podría obligarles a tener rentas o posesiones.
Con el tiempo los monasterios se fueron acomodando hasta quedar sin vigencia el privilegio de la pobreza. Después de la muerte de Santa Clara, todos los monasterios pidieron que se les diera una regla más suave y de acuerdo con su realidad; de tal manera que el Papa Urbano IV les redactó una nueva regla y nacieron las Clarisas Urbanitas. Esta regla fue general para todas las clarisas.
En la actualidad muchos monasterios han regresado a la profesión de la regla de Santa Clara. Hay unas 20.000 hermanas en todo el mundo. Los monasterios se han agrupado en federaciones.

Obra

Las hermanas clarisas se dedican a la vida de total entrega y encierro en los monasterios, donde se dedican a la costura, principalmente al bordado, a la oración y a la elaboración de productos utilizados en la Eucaristía como lo son las hostias.
En realidad no existe requisito de edad para ingresar a esta orden, lo único que se requiere es vocación y entrega a la pobreza, dejando atrás cualquier apego a la vida terrenal, abandono de su hogar y manteniendo a la distancia la relación familiar.
Para sobrevivir o para el sostenimiento de esta comunidad y sus respectivos monasterios se dedican a la costura, a la hechura de pan, galletas y a la ayuda que los fieles [bienhechores] donan para el sostenimiento de ellas, anticipadas por proyectos propios de la orden.
En el campo de la repostería han logrado gran prestigio ya que entre sus muros se conservaron antiguas recetas, utilizan ingredientes naturales y sin prisas, elaboran sus dulces con gran dedicación. Uno de los ingredientes principales de los dulces elaborados por las hermanas clarisas es el huevo. Existe una tradición muy antigua en España, según la cual, a pocos días de celebrarse un matrimonio, las familias de los novios regalan huevos a las clarisas, que se comprometen a rezar para que el día de la boda no llueva. Se trata de una forma de contribuir al mantenimiento de la Orden por parte de los católicos y una entrañable tradición que, a día de hoy, aún perdura.
Entre los dulces más reconocidos se encuentran las Delicias de Santa Clara del Convento de Villacastín.

 

Cómo las quiero!
Entregadas totalmente a Cristo como San Francisco de Asís.
Ojalá hermanos les sirva toda esta información sobre ellas y que Santa Clara de Asís ilumine nuestras vidas con su ejemplo!
Bendiciones!!!

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