A Ti que eres la primera consagrada al Padre, confiamos a los jóvenes y a las jóvenes que eligen pertenecer totalmente al Señor, único tesoro y bien sumamente amado, en la vida religiosa y consagrada.
A Ti que viviste como ninguna otra criatura la soledad de la intimidad más plena con el Señor Jesús.
A Ti que engendraste y asististe con maternal amor a la Iglesia naciente, confiamos todas las vocaciones de esta Iglesia, para que anuncien, hoy como entonces, a todas las gentes que Cristo Jesús es el Señor, en el Espíritu Santo, para gloria de Dios Padre. Amén!
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