Hay una voz en mi interior, Señor,
que me impulsa a decirte:
“¡Perdóname!”
Perdóname, Señor,
las veces que te he ofendido directamente
y las que te he ofendido
en mí o en los demás.
Perdóname, Señor,
las veces que he pretendido juzgarte,
las veces que te he ignorado...
Las veces que no te he dado gracias...
Perdóname por haber ofendido a otros
con mi incomprensión y mi arrogancia.
Las veces que no he visto
más que sus defectos
y no he sabido reconocer
sus exigencias y sus virtudes.
Perdóname, Señor,
las veces que no he valorado tus dones
y las veces que no he aceptado
mis limitaciones.
Abrázame, Señor, en tu bondad.
Acéptame con mis debilidades y mis errores.
Haz que, con tu perdón,
sea mejor de lo que soy.
Y que, reconciliado contigo,
sea instrumento de reconciliación
entre mis familiares y amigos.
Amén!
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